Creer que un cielo en un infierno cabe...
Cuando le apartó el pelo de la cara las manos se llenaron de sudor, de su sudor. Esperó un par de segundos antes de besarla, quería mirarla antes de que aquel momento pasara a ser parte de un recuerdo, una imagen que iría borrándose vagamente de su mente para ir a parar al exilio de lo que nunca debió pasar. Ella cerró los ojos y aspiró profundamente para retener en su memoria aquel olor a perfume y a habitación cerrada, a moho en las paredes, a lujuria contenida. Así se hizo el beso, como se hacen los versos más sinceros, entre el claro oscuro de una noche en la que el pecado es el primer plato... Así comenzó todo... - ¿iremos al infierno? preguntó ella mientras sobre su regazo jugueteaba con el tirante del sujetador y lo hacía girar en el aire. - seguramente mi vida, seguramente...