A oscuras y con los pies descalzos...
Vengo a pedirte perdón. Sí, ahora, como dice el refranero español, a toro pasado. Te pido perdón por las noches que he llorado tus besos y las mañanas de resaca, fruto del olvido falaz que te otorga el alcohol. Siento de corazón haberte regalado tantos versos, tanta atención, demasiadas promesas de cambio. Siento haberte engañado y más aún la de mentiras que yo misma me he creído. Siento haberte hecho creer que podría morir sin tus labios, sin el verde fulgor de tus ojos o la inmortal sonrisa con la que los dioses te han bend ecido. Perdóname. Como has podido comprobar, sigo viviendo. Inmortalicé cada vez que tus manos me tocaron y cada palabra, aunque escasa, que salía de tu boca. Utilice la magia de un primer beso para crear mi coraza, porque quise creer que eras la salida a mi laberinto y la luz final de las velas cuando van a morir. Mentí. Vendí nuestras miradas por recuperar a las musas que me habían abandonado y te hice huir con mi mentira