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Mostrando entradas de 2020

Arena...

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  La forma en la que me miras, dibujando alguna chispa en tus retinas, recordándole a mi esencia lo que soy capaz de lograr, me desarma . Me desarman también tu mano en mi pierna, la levedad de tus dedos jugando con la tela de mis vaqueros, la fuerza con la que me acercas a ti para soltarme luego reprimiendo tus ganas. Adoro la manera en la que rebuscas en nuestro pasado alguna anécdota que revivir de pronto, cómo me haces reír o cómo te empeñas en que no olvide que soy más fuerte de lo que creo y la   comisura de tus labios húmedos esperando que rompa la tregua de nuevo y te vuelva a besar. Creo en tus palabras, en la incertidumbre de desvestirte a medias, la calidez de tus <<No pasa nada>> o el fulgor de tus deseos a medias. Confío en que no te marches, en que te alejes a ratos y lo suficiente para no amarrarme a ti como en aquel tiempo, confío en que a veces eres tan duro con mis pensamientos para que ello me haga a su vez más fuerte a mí… Te veo en algunos p

EL FINAL

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  Sabía que iba a ser la última vez que se vieran o al menos la última vez en que se miraran de esa forma, por eso ella estaba más seria aunque intentaba disimularlo y él más nervioso de lo que había estado nunca. Se marchaba, y lo hacía demasiado lejos, con incontables kilómetros de agua salada, con al menos tres escalas de distintos aeropuertos extranjeros, en los que embarcar para encontrarse, de por medio. Un camino arduo y poco transitable una vez que se decidía desandar. Andrea sostenía sobre sus manos el cuaderno, aquel amasijo de sentimientos que había estado escribiendo durante el tiempo que duró aquella luna de miel que por un momento pareció eterna. Jaime recogía sus cosas con rapidez. Daba vueltas sobre sí mismo en el salón de aquel piso de pocos metros. Estaba nervioso y aturdido. Sabía que marcharse no era la solución, pero también que en el punto en el que estaba su vida, la cobardía ya se había adueñado de él. -           ¿Has cogido el pasaporte y los billete

El Reencuentro

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  Cuando subió al coche sintió un Déjà Vu  que le ocasionó cierto mareo. No reconocía la tapicería de aquel nuevo lugar, pero el olor a perfume caro seguía inundando cada parte de su memoria. Allí estaba él, años después, con las manos sobre el volante y en mangas cortas. Un tatuaje recorría su antebrazo y el recuerdo de alguna conversación sobre la posibilidad de hacérselo la hizo sonreír.  No dijeron nada, ella se sentó, se atusó el pelo nerviosa y él siguió por la carretera de aquella calle céntrica sin pestañear. Al cabo de unos minutos, él rompió el hielo. La voz le sonaba distinta. - ¿A dónde siempre? - Venga. Contestó ella. El corazón le latía con tanta rapidez que temió que él pudiera escucharlo. El sudor le recorría la espalda, el remordimiento le hacía sentir náuseas y aquel perfil concentrado en la carretera despertaba sus ganas. Cuando aparcó frente a la playa y apagó las luces ella suspiró fuertemente, sentía la presión de ese nudo imaginario que se instala en tu garganta