Las personas se pierden...


Le puede pasar a cualquiera.
Un día te despiertas y notas una soledad interior tan grande como un agujero negro de kilómetros.
Te has perdido. Sí, nos puede pasar a todos.
Cualquier mañana, de un mes aleatorio en el calendario, abres los ojos y sientes miedo.

Te has perdido. Sí, también puede pasarte a ti.

Notas ese miedo que se te clava en las arterias y no deja que fluya la sangre.
En milésimas de segundos te das cuenta de que ya no tienes sueños, ni ganas de crearlos de nuevo.

La gente de tu alrededor te mira absorta, tú estás divagando en la laca de uñas desconchada de tus manos

- Debería un día pintármelas, parezco sucia. Piensas mientras la vida sigue y nadie es capaz de darse cuenta de que te has perdido y no sabes cómo volver a casa.

Nadie es capaz de advertir que de noche tienes pesadillas, que te balanceas en una cuerda suspendida sobre el mayor abismo que has visto y que bajo tus pies, no hay red, no hay nadie.

Machacas a tu cerebro cada cierto tiempo para que no te falle, la vida es como es y este es tu camino. No cedas o sí, cede, quizás esa sea la solución...

Lo que nadie te ha contado es que los arañazos que recibes cuando la vigilia te quita la almohada, nada tienen que ver con tu masa gris. Es tu corazón el que llama a una puerta que no existe, a un teléfono sin línea, a una cama vacía.

Ojalá pudieras cambiarlo todo, ojalá pudieras sentirte por un momento, útil, ojalá pudieras ser lo que los demás esperan de ti...

Entonces una mañana te despiertas sin ganas de respirar, con gritos que te dejan sorda, con insultos que te dominan el ánimo, con miradas que hieren como caídas...

Es entonces cuando vislumbras el abismo más claro que nunca y te lanzas... tus piernas están agotadas de soportar un peso inhumano y tus manos están llenas de llagas, la cuerda que soporta tu peso las rasga sin piedad.

Saltas, te liberas, sientes el frío en tu cara, te corta la respiración el aire intenso en tu nariz, pero vuelas, y volar es lo que deseabas hacer desde que un día, despertaste sintiéndote muerta, como cuando sueñas que la ciudad a tus pies está dormida y tú planeas por ella en mitad de la noche.

Todos nos perdemos alguna vez y el camino a casa es largo, quizás ni sea el correcto, pero regresar es siempre el calor en una tarde de lluvia, el café de las mañanas, el abrigo de un duro invierno.

 Regresar herida, pero llegar, más viva que nunca.



Merche...





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