Complicidad

 La cabeza le daba mil vueltas, giraba sobre sí con el mojito en la mano izquierda y la derecha tocando el aire que desprendía el movimiento de su vestido largo.

Era verano y era sin duda su verano, como todos, porque si algo le daba la energía que necesitaba para todo el año, era aquel mágico solsticio que llenaba de buenas vibraciones su cuerpo.

Lola la miraba risueña mientras le daba una calada intensa al cigarrillo. Andrea paró en seco.

- Dame una calada.

- Tú ya no fumas

- Yo ya no soy yo

Aspiró profundo aquel imperdonable vicio y el humo recorrió su garganta hasta salir por la nariz de vuelta. Se sintió poderosa a la par que culpable, pero olvidó aquel segundo sentimiento para concentrarse en el primero.

La temperatura era perfecta, la arena aún conservaba el calor de la jornada de sol y sus pies se perdían entre los trocitos de conchas casi insignificantes de aquellas tierras de sal.

La noche caía serena sobre la bahía, que bañada por la luz intensa de la luna más hermosa del año, evidenciaba las constelaciones y el rubor de las mejillas de ambas.

Lola, sentía también la euforia de Andrea, la sentía y la compartía y no necesitaban más que su propia compañía.

- Soy un alma libre, gritó Andrea dejando caer sus rodillas sobre la arena.

- Estás loca, dijo Lola mientras se bebía el último trago de la copa.

- Lo estamos, pero... ¿sabes lo mejor? No necesitamos a nadie que nos diga lo poco ortodoxo que es beber hasta caer o no pedir más que una madrugada para las dos.

- ¿Ya estás filosofando?

Andrea soltó una carcajada - Lo haré hasta mi último aliento-

Y eso era lo que les hacía especiales, que ninguna necesitaba más que silencio en los momentos de dudas, palabras en los domingos por la tarde, miradas los lunes bien temprano aunque fuesen tras una foto o saber a secas, que la una estaba para la otra.


M



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